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viernes, 29 de enero de 2010

El ¿estigma? de la retransmisión en Cuba



Otra vez retransmiten una telenovela cubana. Soy de las personas que le encantan los dramatizados cubanos, aún cuando no pueden competir en calidad desde el punto de vista de realización con dramatizados extranjeros.

Es cierto que las telenovelas brasileñas son “galletazos” visuales. Y a decir verdad tienen de donde escoger: una selva envidiable, una ciudad como Río de Janeiro regala unos paisajes urbanos exquisitos, y unas playas que no se quedan atrás. Pero esa es la realidad, o al menos una parte de ella, de los brasileños. No es la mía.

Y por el otro lado están los audiovisuales norteamericanos, que han llegado a la televisión cubana y se han apoderado del horario de la madrugada. Ojo, que se transmiten en la madrugada aún cuando en su mayoría son de estreno en los canales de televisión cubanos ¿…?

Con el propósito de transmitir en Cuba no uno, sino dos canales de televisión las 24 horas hemos tenido que introducir la dinámica de las retransmisiones. Claro que tiene sus ventajas, es la posibilidad de recordar algunos materiales, actores, problemáticas sociales e incluso épocas pasadas. Pero requiere de mucho cuidado lo que retransmitimos, y más importante aún, cuando retransmitimos.

El estudio de los consumos culturales en Cuba demuestra que vivimos en una sociedad atípica. Muchas veces regimos nuestros horarios por el itinerario de nuestros canales.

En numerosos hogares cubanos el horario de la telenovela, cubana o extranjera indistintamente, representa un punto de giro en la dramaturgia del desarrollo cotidiano de cada hogar. Antes, es el momento del baño, las tareas de los muchachos y la comida; después, el horario del descanso, del sueño o de la salida nocturna.
El horario de la telenovela, es sagrado. Es por ello que muchos lo esperan con ansias de ver el siguiente capítulo de nuestro culebrón favorito, especialmente cuando es de estreno, lo que no sucede actualmente muy a menudo con las producciones nacionales. Hemos caído en un ciclo ¿interminable? de retransmisiones.

Recientemente fue retransmitida el serial policíaco “Su Propia Guerra”, y para el asombro de no pocos alcanzó niveles de teleaudiencia comparables con los obtenidos en su estreno. Pero es que los cubanos sufrimos, una y dos veces, con el tabo y todos sus avatares. Y estoy segura que algunos estarían dispuesto dentro de algún tiempo, de sufrir por tercera vez con Su Propia Guerra.



¿Y sucede lo mismo con el Balcón de los Helechos?

Sin dudas que sus pretensiones fueron muy grandes, pero igualmente el abordaje fue un tanto superficial: la historia del lesbianismo –desterrada de la televisión cubana, y recuerdo los cortes que sufrió la historia de la pareja de lesbianas en La Señora del Destino-, la aún meramente descriptivas historias de las drogas y los jóvenes, la relación entre personas de diferentes procedencias sociales y edades…

Muchos coinciden en que lo más sobresaliente fue la actuación de Susana Pérez. Soberbia y extremadamente natural fue el desdoblaje que experimentó para traernos a la pantalla un personaje con el que todos gozamos y con el cual muchas se identificaron, y hasta imitaron, ¿no es verdad esta tu niña?



La actuación de Susana Pérez fue tan abrumadoramente absorbente que historias complejas e importantes de la telenovela pasaron con más penas que glorias. Nuevamente el amor homosexual entre mujeres sufrió la superficialidad del audiovisual cubano, la historia de la pareja alcohólica no traspasó la mera barrera de algunas consecuencias de la adicción, sin adentrarse mucho en las transformaciones psicosociales que atraviesan los individuos.

La telenovela cubana El Balcón de los Helechos si bien hizo disfrutar de la problemática del “Profesor” Perdomo y su problema con los “hielitos” (impotencia sexual), y las artes de la “Licenciada Verónica”, también reforzó algunas conductas un tanto machistas. Las mujeres buenas se quedan en la casa, mientras las más… coquetas se llevan el gato al agua. Aunque hay que reconocer que muchas veces es así.

Lo que más me desagradó confieso que fue el final, la mujer buena, la que no quería hacer el amor en el balcón de helechos, ¿tenía que necesariamente hacerlo al final? ¿Es esa la imagen que querían transmitirnos, que la mujer debía de cambiar todo su sistema de creencias para estar con el hombre que quería?

Hay que reconocerle que la telenovela El Balcón de los Helecho fue un importante paso en el audiovisual cubano en cuanto a que pretende acercarse aún más a las problemáticas de los cubanos actuales. Un intento, que como los que le sucedieron y los que vendrán, acarrearán polémicas y debates en cuanto al tratamiento de los temas, las formas de realización, y otras muchas más, que sin lugar a dudas, evidencian un esfuerzo sincero de la Televisión cubana.

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