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martes, 19 de enero de 2010

Ayudar o Compartir: esa es la cuestión

“Mi esposo me ayuda a cocinar”, “mi hijo nunca quiere limpiar”, “pues a mí, tanto mi hijo como mi esposo me ayudan con los quehaceres de la casa”. Estos, entre otros, son comentarios habituales en conversaciones entre amigas, vecinas y compañeras de trabajo.

Qué pena me dan estas mujeres que así se expresan. Es que acaso no saben que NO se trata de ayudar SINO de compartir. Que en el hogar tanto derecho y deber tiene uno como otro, y entiéndase bien, que no sólo se trata de la pareja sino de los hijos sean del género que sean.

Según el DRAE la palabra ayudar (Del lat. adiutāre), tiene entre sus acepciones la de: 1. Prestar cooperación 2. Valerse de la cooperación o ayuda de alguien.
Sin embargo lo más importante es lo que subyace a dichas expresiones desde lo socialmente asignado a mujeres y hombres:
Mujeres = dueñas de lo privado
Hombre = hechos para el espacio público

Lo cual ocurre aún cuando en nuestros tiempos las mujeres cuenten con una importante presencia en la vida laboral y social y los hombres participen mucho más de lo doméstico y sobre todo del cuidado de los niños(as)

En las sociedades patriarcales (como la nuestra) y según las asignaciones tradicionales, la mujer está hecha para lo privado y esta es su área de expresión y realización por excelencia, de manera que es su responsabilidad velar por la realización de las labores domésticas y el cuidado de los niños, incluso se naturaliza su participación y habilidad para las mismas, como si les fueran dadas “por naturaleza”, o fueran “condiciones biológicamente dadas”, así escuchamos a muchas decir “es que los hombres no saben hacer nada”, “prefiero hacerlo yo y que quede bien”, sin percatarse de que es cuestión de entrenamiento cotidiano, para el cual desde los primeros años de vida se instruye a las mujeres al darle para jugar muñecas, juegos de cocinitas…

Al ser lo doméstico un espacio que compartimos y cuyas tareas resultan imprescindible desarrollar, aunque sean muchas veces monótonas y agotadoras (toda vez que hay que realizarlas luego de la jornada laboral), pensemos en que son todos los miembros de la familia responsables de las mismas, por tanto no se trata de que “ayudemos” a las mujeres a hacerlas, sino de que las compartamos, colaboremos o cooperemos de igual manera en su realización.

Según el DRAE Compartir (Del lat. compartīri) significa: 1. Repartir, dividir, distribuir algo en partes 2. Participar en algo. Colaborar (Del lat. collaborāre) se refiere a: 1. Trabajar con otra u otras personas en la realización de una obra 2. Contribuir con otros al logro de un fin; y Cooperar (Del lat. cooperāri) alude a:

1. Obrar juntamente con otro u otros para un mismo fin.
Las tareas domésticas resultan un trabajo no remunerado, para el cual no fue nadie legalmente contratado, entonces compartámoslas.
La familia es la institución primaria de socialización, en tanto el primer grupo social de inserción, los patrones allí aprendidos son trasladados a otros espacios y grupos, y aunque estos también influyen en la conformación de los mismos y a través de su influencia pueden ser modificados, no deja de ser la familia el medio esencial de socialización. Es por ello que proveer y exigir patrones no sexistas a nuestros hijos, garantiza en alguna medida el cambio de los comportamientos que trasladaran a sus futuras familias, y con ello la transformación de muchos prejuicios y tabúes.

La masculinidad, así como la feminidad, debiera no definirse por el tipo de actividades que desarrollen hombres y mujeres, sino por la cantidad, variedad y calidad de las acciones que emprendan cada uno de ellos a favor de la sociedad y de cada una de sus instituciones socializadoras, entre las que la familia cobra particular importancia. Todo ello, en definitiva, nos hace más humanos.

Una dinámica familiar basada en cuestiones como estas, se ha comprobado por los especialistas en el tema, que redunda en una mayor calidad de vida de la familia, en más altos niveles de salud física y psicológica de cada uno de sus miembros, en mayores niveles de comunicación y códigos comunes entre los mismos y de preparación para la vida y autonomía, independientemente del género. Se logra además mayor eficacia y eficiencia en el desarrollo del trabajo doméstico y por tanto más tiempo para la realización de otras actividades (recreativas o de otro tipo) que cada familia elija.

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