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sábado, 16 de enero de 2010

Igualdad en la igualdad de géneros.

Durante décadas el tema de la igualdad de género ha acaparado, en numerosas ocasiones, las agendas de organizaciones sociales y distintas personalidades. A la tan mencionada y anhelada igualdad entre el hombre y la mujer, se le han dedicado esfuerzos durante ya muchas décadas con resultados tangibles, pero aún muy lejanos de las aspiraciones.
Por supuesto que Cuba no escapa a esta realidad. Y claro, la Federación de Mujeres Cubanas es protagonista en nuestro país de esta lucha por la emancipación de la mujer, así ha sido la labor de esta organización desde sus inicios.
Pero lo que resulta un tanto contradictorio es que en sectores menos populares y sí más selectos, se entienda esta igualdad de género entre el hombre y la mujer, como el derecho natural de estas últimas en relación al llamado sexo fuerte. Igualdad no biológica, claro está, sino a tener los mismos derechos en la sociedad y las mismas posibilidades de acceso a diferentes empleos, cargos públicos, en la dirección del país, etc.
¿Pero qué sucede cuando es al contrario, cuando son los hombres los que transgreden la barrera impuesta por quien sabe quién?
Ya desde la década de oro de los Beatles, los varones de cada hogar, estéticamente hablando, dejaron de parecerse tanto a sus padres con sus cortes de cabellos cortos, y lucieron el pelo largo al más puro estilo de la banda de rock inglesa.
Con excepción de una que otra cultura más antigua, el cabello largo había sido privativo de las féminas.
Precisamente, también es a finales de la década de los ´60 cuando se desarrolló en los Estados Unidos el movimiento pacifista de los hippies, que pasaron a la historia, entre otras cosas, por la capacidad movilizadora, el descuido de la imagen, y por qué no, por heredarnos esas ropas atrevidas y coloridas, desenfadadas, donde lo mismo un hombre usaba una falda, collares, y cuanto aditamento o vestimenta se le ocurriese sin importarle si su uso fuese tradicionalmente de las mujeres.
Pero actualmente no vivimos en la década de los ´60, al amparo del fenómeno cultural que fueron Los Beatles, ni en el contexto propiciado por el movimiento social pacifista de los Hippies.
Entonces, ¿qué sucede hoy día?
En el mundo del mercado, sucede algo muy llamativo: los hombres consumen igual o mayor cantidad de cosméticos y productos de belleza en general que las propias mujeres. Visitan centros especializados en tratamientos faciales, de manicure, a los estilistas, visten ropas de diseñadores exclusivos, de la misma forma que hablan de football o de electricidad, lo hacen de una obra de teatro, de decoración de casas o de arreglos florales, se quedan en casa cuidando a sus hijos, cocinan, incluso, lloran en público pues ya no esconden sus emociones…
Seguro que esta descripción coincide, para muchos, con la de los homosexuales, pues estas son algunas características que esquemáticamente le son atribuidas. Pero se equivocan, pues atrás quedó la época en que al hombre le bastaba con una crema para afeitar y una colonia.
El término metrosexual vendría a modernizar la historia de narciso, pero más allá de hombres que admiran y cuidan enfermizamente su imagen, esta palabra implica cambios en las prácticas de los hombres, tanto en el área física, como en las costumbres.
Los metrosexuales son hombres de orientación heterosexual que no temen a los estigmas sociales: cuidan su imagen al igual que lo haría una mujer, no reprimen sus emociones y se interesan por temas tradicionalmente atribuidos a las mujeres. Por ello, aunque lo parezca, nada tiene que ver con una orientación sexual, aunque en ocasiones sufren el mismo desprecio que los homosexuales.
El concepto “metrosexual” fue empleado por primera vez por el periodista Mark Simpson, y se refiere al hombre generalmente joven, que vive en las metrópolis y goza de una vida sofisticada que le proporciona el dinero.
El hombre metrosexual no viene a ser un “nuevo” tipo de hombre, sino que es producto de las campañas publicitarias y de los modelos de belleza impuestos por los medios de comunicación. En ello influyen algunos iconos a nivel mundial: futbolistas como David Bekham o actores de Hollywood como Brad Pitt.
En Cuba no existan campañas publicitarias dirigidas a potenciar el consumo de productos de belleza por parte del segmento más joven de la población masculina. De hecho, salvo cremas para afeitar o maquinillas, resulta imposible encontrar siquiera una campaña que promocione al menos un champú dirigido para los hombres.
Pero ello no impide para nada el florecimiento en los jóvenes cubanos del deseo de consumir estos productos. En ello influyen la imagen que transmiten nuestros medios nacionales de actores y cantantes cubanos e internacionales.
El fenómeno del hombre metrosexual existe en Cuba. De la misma forma que vive el reproche por la introducción por parte del hombre de roles tradicionalmente asignados a la mujer. Y por ello se les tilda de homosexuales, con la discriminación que acarrea.
Si se habla de igualdad de géneros, ¿no habría entonces que redimensionar el término y respetar también al hombre cuando transgrede las barreras, pero hacia el otro lado?. Qué opina Usted?.

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