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domingo, 3 de enero de 2010

El difícil arte de decir NO

Ahora se mudó un cantante a mi barrio y piensa hacer de nuestro vecindario su auditorio. No sé si vivo en una plaza pública, en un teatro o en un cabaret.
Todo comenzó el día que arribaron con sus pertenencias. Para asombro y constipación de todos, el primer camión era el que cargaba el armamento y las municiones: tumbadoras, timbales, guitarras, trompetas… y un largo etcétera de artillería musical pesada.
Esa era la señal que vaticinaba problemas entre los vecinos de mi hasta entonces pacífico barrio.
Confieso que cuando se iniciaron los asaltos, no me molestó tanto ni el volumen del sonido ni la selección musical, ni Celine Dion ni Miriam Hernández eran buenas armas para sacarme de quicio.
Pero la cosa se puso seria cuando sacaron los cañones de alto calibre. Y no es que la timba no sea un género muy cubanísimo y de alta factura, pero a las 7 y media de la mañana, ni Vivaldi con su primavera hubiese sido de mi agrado. Muy mala actitud para empezar el día.
Las primeras ideas que me pasaron por la cabeza realmente no eran tampoco muy loables. Primero pensé en el contraataque: un buen coctelito de heavy metal podría ser la solución, una mezcla de Marilyn Manson con Rob Zombie y con el perdón de los clásicos del rock, pero estos eran los que tenían los decibeles necesarios para la ocasión.
Solo faltaba enfilar los bafles y voilá, o al menos eso pensaba yo. Realmente no fue mi gran humanismo el que me persuadió de mi musical idea. La decepción llegó cuando escuché los primeros acordes de la música de Baby Lores, y es que resulta muy difícil equiparar ese tipo de agresión.
La segunda opción no resultó ser mejor. Haciendo un gran esfuerzo, pensé en la posibilidad de trepar por los techos y barandas hasta llegar al dichoso aparato y desbaratarlo a patadas y puñetazos cual si fuese una película de karate. Pero recordé que ni me gustan los malabares circenses ni los filmes de artes marciales.
Recordé entonces que cuando estudiaba en la facultad un principio básico dentro de la comunicación organizacional era la negociación. Llegó la hora de utilizar la labia que por varios años he perfeccionado en mis incontables años ejerciendo la profesión de periodista.
En Cuba, quizás por la necesidad histórica que ha representado la unidad de sus pobladores o por un reforzamiento del sentimiento gregario, la verdad es que en nuestro país los vecinos juegan un rol esencial en el desarrollo de la sociedad. Esa es la piedra fundamental sobre la cual se erige un invento puramente cubano: los CDR.
En no pocas ocasiones son los vecinos los que en situaciones de emergencia o de catástrofe han estado allí donde la familia no ha podido llegar. Así que decidí darle una oportunidad al lenguaje y tratar de comunicar mis desavenencias con mis hermanos vecinos.
Primero lo básico, las reglas básicas para una satisfactoria negociación.
- El que más grita no es necesariamente el que tenga la razón, hay que dejar hablar las personas, pues mientras se habla, no escucha. La naturaleza nos dio una lengua y dos oídos, es por ello que se debe escuchar más de los que se habla.
- Los gritos vienen de la cólera, de ahí que se hace necesario mantener los humos, porque la cólera obscurece el razonamiento. Cuantas veces no hemos expresado sentimientos e ideas que realmente no sentimos, y que han mellado relaciones.
- Escoja el escenario, elimine, siempre que pueda, todo tipo de distracciones. El hombre hizo ciencia cuando tuvo el estómago lleno, los mejores razonamientos, vienen de las mejores sillas.
- La negociación es un diálogo, y todo diálogo necesita al menos de dos partes que se comuniquen. Y una buena comunicación necesita de dos personajes que entiendan cada uno las razones del otro. No se trata de tolerancia, pues requeriría de cierta jerarquía. Lo que se busca es aceptación, de unos a otros, con sus defectos y virtudes.
- Persuada al otro con argumentos para convencerlo, siempre a sabiendas de que nadie posee la verdad absoluta. Proponga soluciones respetando las diferencias. Establezca y priorice los rasgos comunes y trabaje en la solución de las diferencias.
Yo aún no he conversado con mis vecinos pero pronto lo haré. Estoy segura que teniendo en cuenta estos consejos lograré buenos resultados en pos de un entendimiento.
Pero también estoy segura de algo más. Estos principios básicos de la negociación, pueden ser aplicados en todas las aristas de la vida: en el trabajo, en la familia, en la pareja, y claro está, con los vecinos.

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