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sábado, 9 de enero de 2010

Rosado o azul?



Me encontraba en casa de mis padres cuando mi sobrina, que está embarazada, llegó llorando.

Alarmados le preguntamos la causa de su lamento si el médico le acababa de confirmar que todo estaba correcto para su tiempo de gestación.

Cuál es el problema entonces?, la interrogamos.
Para sorpresa nuestra la respuesta fue “se había ilusionado con tener una niña” y el médico le acabada de dar la noticia de que traía un varón.

Más inquietos todavía quedamos los que nos encontrábamos en la casa. Fue entonces que aclaró la duda “todo, absolutamente todo lo que tenía comprado era rosado”.

Hasta nuestros días llega la tradición de que ese color identifica a las niñas y el azul a los varones. Y eso, al decir de los Psicólogos, se basa en los estereotipos dominantes sobre lo que es apropiado e inapropiado para reconocer el sexo de los recién nacidos.

De modo tal que si uno se desvía de lo que muchos consideran una usanza “razonable” “bonita” “tradicional” “lógica”, pues el nuevo ser verá afectado ya desde ese momento, su identidad femenina o masculina.

Por ello modificar las normativas y los paradigmas constituye un empeño necesario para quienes intentan alcanzar posiciones de equidad. NO obstante, resulta interesante también, transformar otro conjunto de condiciones, como la subjetividad de quienes sustentan dichas posiciones y por tanto, de las identidades de género en las que se manifiestan.

La realidad actual, por lo menos la cubana, muestra que a pesar de los esfuerzos en la educación desde las edades tempranas y la divulgación continuamos siendo partícipes de una sociedad profundamente diferenciada, con su inevitable implicación en todos los órdenes que va mucho más allá del simple color rosado para las niñas y el azul para los varones.

El asunto del rosado o el azul es mucho más complejo, a nivel de lo identitario refuerza todo un sistema de expectativas, costumbres, mitos y estereotipos, que se construyen socialmente y se asignan a hembras y varones de manera diferenciada y dicotómica.

Más tarde se les enseña que los niños no lloran y que no juegan con muñecas (quizás por eso años después, una vez padres, no saben qué hacer con un bebé, ni cómo cargarlos, bañarlos, darles la comida o cambiarles el culero). También se les guía a darles la mano a los varones y besitos a las niñas, por eso no besan a sus a sus papás….
se les dan para jugar pistolas, carros, espadas y se les incita aún sin proponérselo y muy sutilmente, a la violencia y luego se les reclama por esos comportamientos.

En cambio a las niñas se les educa desde las primeras edades y a partir del rosado la ternura, la pasividad, se les enseña a “ser madres” y “amas de casa”, al entregarles muchas muñecas y cazuelitas. Se les prepara para ser recatadas y tolerantes. No obstante, aunque muchos(as) critican a aquellas niñas que andan jugando “juegos de varones”, este comportamiento es más aceptado que el de los niños que intentan insertarse en los “juegos de niñas”. Según los especialistas la masculinidad se construye mucho más rígidamente que la feminidad.

Luego como esposas, generalmente se demanda la colaboración los esposos en las labores domésticas y educación de los hijos(as) de manera importante y se juzga su incapacidad.

Solo pensemos una vez más si educamos a nuestros hijos(as) bajo estos principios de coparticipación y equidad, ¿los formamos como personas aptas para enfrentar la vida tal como se presente? ¿educamos a nuestras niñas para realizar labores que demanden fuerza física? ¿educamos a nuestros hijos para la domesticidad?.

En fin que más que rosado o azul, deberíamos comenzar a pensar en que es importante llevar por dentro un poco de ambos colores.

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