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lunes, 1 de febrero de 2010

¿Y cómo se va a llamar el niño?

Traer un niño al mundo no es tarea fácil. Todos tenemos claras cuáles son algunas de nuestras obligaciones: alimentarlo, protegerlo, cuidarlo y amarlo. Pero en ocasiones olvidamos otras, y que sin proponérnoslo, podríamos lastimarlos para el resto de sus vidas.

Darle un nombre a una criatura, más allá de la simpleza del hecho, acarrea una gran responsabilidad, que de no tenerse en cuenta, podría traducirse en un problema de gran repercusión.

Por un lado está la construcción del nombre, que va desde la unión de palabras con distintos significados, hasta la impronunciable combinación de letras.

De esta forma, existen nombres que lejos de identificar a sus poseedores, crean una ambigüedad de sexo de difícil comprensión. De aquí que resulta difícil decir si Arelbis es el nombre de un hombre o una mujer.

Por otro lado, los nombres traen consigo una connotación social. Usnavy, más allá de ser un identificados, podría convertirse en una propaganda política.

Otros, como Lesdiana, pude apelar a una orientación sexual, que una vez arribado a otras edades como la adolescencia, puede ser motivo de las tan temidas burlas.
Por parte del sistema legal cubano, la ley 51 de 1985, en su artículo 40 inciso A, prohíbe el uso de números, nombres construidos por una letra o por más de dos nombres. Igualmente está vetado el uso de nombres propios y los identificativos que vayan en contra de la sociedad.

Aún así, los nombres anteriormente mencionados son reales y atentan, a todas luces, contra la idiosincrasia del cubano.

Entonces, ¿hasta que punto es clara la ley en cuanto a la idoneidad de los nombres a usar? ¿Hasta dónde es responsabilidad de los padres? ¿Y no es acaso importante la preparación de otros idiomas que tenga el personal encargado de las inscripciones de los nuevos nacidos?

Porque basta con mencionar la avalancha de nombres foráneos en Cuba a raíz de la telenovela extranjera en boga, cualquiera que fuese su origen (brasileño, japonés, colombiano, etc.), ¡quién sabrá el significado de los mismos…!

Entonces, ¿a quién le toca decir cuál nombre atenta o no contra la idiosincrasia del cubano? ¿Hasta que punto media la subjetividad y nivel de conocimiento de los encargados de este proceso?

La primera responsabilidad cae en los padres. Es deber de ellos evitarle a su descendencia el engorroso proceso legal para cambiarlos. Más allá del nombre, hay un significado, pues quizás no sabe que el nombre Andrés, un nombre muy antiguo, significa varonil, o que Mara, que es un identificativo muy singular y bello, es de origen hebreo y es sinónimo de amarga.

Detrás de los nombres hay una historia y un significado que debemos tener en cuenta.

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